domingo, 1 de mayo de 2016
De esos romances de tradición oral, tal vez el más hermoso es el que Juan Menéndez Pidal, hermano mayor de don Ramón, tomó, aún vivo en la segunda mitad del siglo XIX, de una anciana del pueblo leonés de Riello, y que comienza así: Pa misa diba un galán, caminito de la iglesia; no diba por oír misa ni pa estar atento a ella, que diba por ver las damas, las que van guapas y frescas. En el medio del camino encontró una calavera, mirábala muy mirada, y un gran puntapié le diera; arregañaba los dientes como si ella se riera. -Calavera, yo te brindo esta noche a la mi fiesta. -No hagas burla, caballero; mi palabra doy por prenda. Aparecen, como se ve, en la copla leonesa los motivos del buscador de guapas mujeres, el desafío al esqueleto y la invitación a cenar aceptada por el muerto, aunque Tirso (basándose seguramente en escenas similares de Lope de Vega y otros dramaturgos españoles del XVII) transforma la calavera parlante en estatua sepulcral.
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